Alguna vez ha declarado Iván Morales que la escritura dramática debe ser una excusa para que pasen cosas poderosas en escena. Ya lo vimos en 2011 con «Sé de un lugar», una obra aclamada por el público y la crítica, y lo vemos ahora con «Desayuna conmigo».
Una historia de nuevo de una enorme potencia visual, de una fuerte tensión dramática y de una indudable exploración en la intimidad de los personajes. Un relato montado desde una estética contemporánea, desde una sensibilidad que hunde sus raíces en las vanguardias urbanas, musicales y en los lenguajes periféricos, como el cómic. Y que se atreve a indagar en la sentimentalidad confusa de nuestra época, en las encrucijadas vitales, en las tentativas de una búsqueda de ese lugar donde reconocerse o donde perderse.
La tensión entre la pérdida del amor y el reconocimiento de su necesidad es la que alienta en «Desayuna conmigo». Aquí está la desorientación de los personajes de Koltès, el alarido de nuestras ciudades, la melancolía y la apuesta frágil por el futuro. El cuadrado amoroso entre Salva, Sergi, Natalia y Carlota son historias que se entrecruzan, se enfrentan, se separan y se unen como un Lego. Todo empieza en la sala de fisioterapia de un hospital donde Natalia se recupera del accidente sufrido cuando un coche arrolla la bicicleta que conducía. Todo empieza cuando Sergi le confiesa el amor que siente por Carlota y como esta a quien desea verdaderamente es a otro hombre, Salva, un músico con quien acaba de grabar una canción comercial. Pero Salva por quien siente fascinación es por una chica a la que todas las mañanas ve montada en su bicicleta: Natalia. A partir de aquí asistimos a las mutaciones, las dudas, las fragilidades de los sentimientos, a las arenas movedizas de las relaciones, mientras cae la ceniza de los sueños perdidos. Y sin embargo lo que se busca es una apuesta por el otro, una redención en el otro, una nueva ética que deje atrás la queja, el pesimismo, las ficciones y los simulacros que la sociedad de nuestros días crea respecto al amor, incluso en las canciones de moda. Lo que se busca es dejar atrás el desamor porque «es el estado natural de los esclavos».
«Desayuna conmigo» es una obra dialéctica, construida desde la tensión y el contraste. La misma confusión vital de sus personajes pasa a una cierta confusión textual. Hay momentos en que los diálogos se vuelven reiterativos y mecánicos y la trama entra en un evidente punto muerto, algo que puede alejar a algunos espectadores de ella. Aun así hay una enorme potencia textual, una extraordinaria creación de atmósferas, incluso desde la escenografía y la disposición de las gradas, y un enorme talento interpretativo.